CUANDO LA VIDA NOS SORPRENDE...


“De vez en cuando la vida nos besa en la boca…y a colores se despliega como un atlas”…canta Serrat. Y a mi se me agolpan imágenes de todo tipo.

Creo que un beso de la vida puede darnos grandes señales. Es decir, venir de frente, verlo a lo lejos, avizorar que de eso se trata: de un mimo, un cariño, un destello de luz...
Otras veces, sin embargo, creo que no está tan claro lo que podemos llegar a ver.

Y acá es en donde quiero detenerme: “Poder ver”.

Para muchos de nosotros, poder ver equivale a tener cierto control, o la posibilidad al menos, de tener las riendas de la situación. Y tener las riendas podría implicar saber dónde pisar, dónde no. Hasta donde dar, hasta donde poner un freno.

Pero, ¿qué sucede cuando “no se puede ver claro”? Muchas cosas, y creo que principalmente aparece una sensación vinculada al desamparo y a la angustia.

Cuando no podemos ver, nos sentimos tal vez demasiado expuestos a las inclemencias del tiempo, a lo que “el destino” o “la vida” deparen para mí.

Pocas cosas angustian tanto o generan tanta tensión (al menos en gran parte de la gente), como sentirse en medio de una situación posiblemente novedosa, o desconocida: No sabemos lo que viene, y por ende no sabemos “si sabremos” defendernos.

Y hablo de defensa porque ya de por sí esa situación, al generar tanto estrés, genera también cierta sensación de que se trata de algo con lo que habré de luchar, de lo que tendré que tratar de salir lo más ileso posible.

Llegado este punto, quisiera plantearles otra mirada de las cosas. Tal vez porque  la vida me ha dado sobradas muestras de que no siempre se cumplía la profecía de que “no ver, no poder anticiparme, implicaba necesariamente que se venía algo negativo”.

A veces detrás de la incertidumbre aparece el beso. Ese beso de la vida que tan bien nos hace. A veces simplemente no ver venir, no quiere decir otra cosa que “prepararse para algo muy bueno”.

Y tal vez si pudiéramos cambiar la mirada, cambiar el tinte de la expectativa, simplemente podríamos tratar de conectarnos con lo que nos va pasando, de modo de aceptar que hay que ir enfrentando las situaciones de a una por vez, paso a paso.

Cada día trae su problema, su duda o incógnita. Ir paso a paso, tratando de descubrir nuestras propias respuestas, sería tal vez un buen camino para no llegar tan agotados al final del recorrido.

Porque real y concretamente, lo único seguro es la finitud de la existencia. Entonces que una decisión que hoy vimos acertada, mañana deje de ser así percibida y nos implique tener que dar una vuelta de timón, no quiere decir que nos equivocamos sin remedio. Ni siquiera quiere decir que NOS EQUIVOCAMOS.

En todo caso, para aquel momento, lo que vimos y sentimos, nos dio la pauta para construir cierta respuesta. Si hoy ya no es adecuada para mí, lo más sano es aceptarlo y reconstruirla, readaptarla a la nueva circunstancia que me rodea (y no seguir obstinadamente implantando una rígida respuesta que no encaja con lo que atravieso).

No sólo se trata de saber esperar que de vez en cuando la vida nos bese en la boca…gran parte de las veces habrá que salir a la calle a buscarla, ir a su encuentro y saber disfrutarla. Y muchas veces eso signifique también dejarse sorprender con los resultados: porque no siempre que en la galera entra una paloma, una paloma sale. A veces salen tres naipes, a veces cinco monedas, a veces una mariposa…

Buena y disfrutada vida!

Daniela


0 opiniones:

Publicar un comentario