NO...



¿Por qué cuesta tanto decir no?...
A veces esta imposibilidad se extiende como una mancha de aceite en un pañuelo, y aparece en distintas áreas: la familia, el trabajo, los amigos.
“No puedo decir que no”, dicen algunos.
“No sé decir que no”, expresan otros.
Pero muy pocos… muy, muy pocos, hablan de “No quiero decir que no”.

Si pensamos un momento en esta última frase, quizá nos suene algo más dura. No querer no habla de imposibilidad… o en todo caso, es una imposibilidad habilitada por un “no deseo”.
Ahora bien: En ese caso, tengo que hacerme cargo (sí, mejor es en negrita y subrayado) hacerme cargo de mi NO deseo, en todo caso, de algo que voluntaria y concientemente asumo que no elijo.

Y podrán decirme “es que son muy pocos los que se van a aguantar que les diga “no voy a tu fiesta porque no quiero, porque no tengo ganas”… y es real.
Socialmente no estamos muy preparados para la sinceridad. Pero entonces ¿es mejor una “mentira piadosa”, que una cruda verdad?
La respuesta está en cada uno.
Yo no puedo elegir por vos, pero sí puedo hacerlo por mí.
Luego, si yo elijo no mentirme, no mentirte, no tengo que elaborar artimañas ni difíciles justificaciones. Simplemente expreso mi no deseo, mi ausencia de ganas.

Tenemos el caso de quien prefiere el engaño al otro con un triste “no puedo… se enfermó mi gato”, y el engaño a sí mismo “es que no puedo decirle que no… no se cómo lo tomará… prefiero la mentirita piadosa”, que de piadosa, no tiene nada. Miento o no miento, no miento un poquito, apenitas, un cachito… miento o no.
El caso del que, luego de construirse la creencia de que “no estoy autorizado a decir que no, porque eso me haría una mala persona y eso a su vez implicaría no ser querido, sino más bien rechazado”, se dice a sí mismo que “no puede (por ese impedimento, por esa inhabilitación) decir que no”. Y simplemente hace lo que no quiere, dice lo que no piensa y muestra lo que no siente.
Qué maravilla… “No quiero, PERO mejor lo hago así todos contentos”… ¿y todos contentos?...
Quizá tendríamos que preguntarnos quiénes son esos “todos” que prefieren que yo someta mi deseo al suyo. O también podríamos pensar si ese otro realmente prefiere que le diga “no puedo porque se enfermó el gato”, a que le diga “no voy porque no tengo ganas”.

Quizá tendríamos que preguntarnos, en el fondo, QUÉ CREEMOS sobre el otro, QUÉ CREEMOS sobre nosotros mismos, QUÉ CREEMOS sobre las expectativas que supongo que el otro tiene de mí.
Porque si el otro realmente espera que yo haga todo lo que él quiere, más allá de mi deseo, entonces el otro está en problemas…. y yo también, que cedo mi voluntad a su tiranía.
Y si el otro no espera nada, y es mi propia construcción mental la que se pone en juego, y en realidad son mis creencias las que me impiden comportarme como yo desearía, como yo quisiera… entonces tengo que revisar qué creo, qué pienso, qué me digo a mí mismo en estas circunstancias.
No olvidemos que son nuestras creencias y explicaciones las que construyen nuestro mundo de significados. Y si creemos que no podemos decir que no, porque eso sería algo terrible e insoportable para el otro, al punto que me rechazaría y me expulsaría de su vida, entonces… tengo que replantearme mis ideas… y por qué no, experimentar qué pasa con eso que tanto temo, ser sincero, ser yo mismo.
Porque por todo se paga un precio: también por ir disfrazado por la vida.
Porque en todo caso, repito, yo no puedo elegir por vos y suponer que preferís una mentira a una verdad… ni que preferís que me fabrique una sonrisa de payaso y comparta tu mesa “como si” todo estuviera bien.
Sólo puedo elegir por mí, por lo que a mí me hace bien, por lo que a mí me representa como persona ante vos.
Y entonces vas a saber que cuando estoy, ESTOY porque QUIERO. Y que estoy en cuerpo y en alma, con mi sentir y mi pensar.
Vas a saber que cuando te digo No, es porque NO… y cuando te digo Sí, también es sí. Sin dobleces, sin máscaras, sin falacias.
Ser lo que soy, con vos… y permitirte ser quien sos, conmigo… es respetarte y respetarme. Es relacionarnos desde la aceptación y la autenticidad, construir desde la verdad, sin ambigüedades.
Te deseo que tengas una feliz vida!

Lic. Daniela Torres Ortiz



¡Cuánto se habla del amor!... Cuánto se habla de lo que es estar o no estar enamorado.
Cuántas alegrías y tristezas pasan velozmente por nuestra mente cuando nos referimos a ese concepto, tanto que a veces llegamos a dudar si es mejor estar solo o estar enamorado (el clásico “prefiero estar solo, a tener que sufrir por amor”), o incluso llegamos a preguntarnos si realmente estamos ENAMORADOS.
Desde una mirada psicológica (y cognitiva, bueno es admitirlo) podríamos pensar el enamoramiento como una emoción. Como tal, surge como resultado de circunstancias propias y ajenas, y de la evaluación que hacemos de éstas, de la lectura que de las mismas realizamos.
El enamoramiento nos produce a nivel fisiológico una gran excitación, que nos provoca sensación de bienestar y nos predispone a no ver o admitir del todo, los defectos que la otra persona presentaría. También nos mueve a sentir necesidad de estar a su lado y quizá incluso a querer estar con ella en todo momento. Asimismo, nos impulsa a revelar cuestiones de nuestra intimidad, darle apoyo y contención emocional, interesándonos por todo lo suyo, expresando afecto de diversas formas.
En este contexto, resulta hermoso estar enamorado…y sobre todo, ser correspondido.
Pero no todo es color de rosa en las relaciones entre personas.

Basta a veces muy poco para precipitar una abrupta “caída a la realidad” -a veces es sólo cuestión de tiempo- y entonces el otro aparece como lo que es: una persona real, con defectos y con cualidades, que de pronto se alejan diametralmente de nuestras expectativas (¡muchas veces irracionales!).
Dice Frijda (1988) que según “la ley de la habituación: el placer continuado se desvanece…el amor mismo pierde gradualmente su magia”, entonces el problema surge cuando la única base de la pareja es el enamoramiento, es decir, una emoción.
Esta ley de alguna forma condena a la pareja basada exclusivamente en el enamoramiento al más horrendo de los fracasos y justifica  el destino de un gran número de parejas así constituidas. Porque la emoción se extingue y la pareja se disuelve.
“Aunque este destino no se cumple indefectiblemente, para mantener el enamoramiento, basta con tener presente frecuentemente qué ocurriría si no se tuviere esa pareja, para que la emoción del amor se mantenga y se renueve” (Frijda, 1988).

Entonces podemos decir que el enamoramiento que se va desvaneciendo no implica necesariamente un fracaso en la relación. Se puede pensar el enamoramiento como un motivador a la actuación, que nos predispone favorablemente a buscar el bienestar en el otro, no tanto pensando en una relación equilibrada, sino más bien altruista: dar al otro, sin esperar mucho a cambio.
Así, el enamoramiento representaría una emoción propia de una etapa donde empezamos a afianzar la comunicación con el otro, la conexión emocional empática,  estableciendo una serie de lazos que generan un intercambio de conductas que refuerzan la elección, y hacen en conjunto que la relación se mantenga en forma indefinida.

Siempre se trata de apostar a la comunicación, como vehículo indispensable para sostener cualquier relación, de forma tal que yo pueda escuchar, recibir y aceptar lo que el otro tiene para decir, de la misma forma en que yo busco que mi compañero/a me escuche y recepcione mi mensaje.

Vemos que el enamoramiento como emoción fuerte, una vez que ha pasado, permite que aparezca algo más duradero: la intimidad (que el otro te escuche, te entienda, te permita expresar sin los filtros que aparecen en otras relaciones sociales) y la validación (que implica una apertura total, una autorrevelación, que puede incluir hechos y sentimientos que podrían ser censurados socialmente, pero que serán recibidos por el otro con aceptación).
Podríamos integrar estas dos cuestiones a la idea de amor, un amor real, donde el otro puede o no ajustarse a lo que espero de él, pero al que elegimos porque “basta que en la evaluación subjetiva de cada uno, se valoren como más importantes o más frecuentes las interacciones positivas que las negativas” (Gottman, 1998).

Es decir que finalmente, después del torbellino emocional del principio, llega la calma, llega lo que queda como simiente y refuerzo en mi elección: el sentimiento de que amamos, la elección de permanecer sosteniendo un vínculo donde podemos permanecer como otro real, validado como tal, y donde aceptamos y elegimos al otro como es, porque sabemos que juntos, como diría Benedetti: “somos mucho más que dos”…

Lic. Daniela M. Torres Ortiz.



Mañana...

siempre mañana,

a veces ahora...

algunos días "ayer"...



Ayer fue "tal vez"...

y ahora es "todo el tiempo"...



Daniela Torres Ortiz


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Cuántas quejas se emiten entre las cuatro paredes de una casa. Cuántos “siempre”, “nunca”, “todo el tiempo” o “casi siempre”…retumban entre las paredes del consultorio.

Y esos “siempre”, esos “nunca”, implican una básica “distorsión” cognitiva, que en definitiva terminará reflejando lo que en terapia cognitiva se llama “generalización”.



Pensar “todos/as los/as hombres/mujeres son iguales”, por ejemplo, es una de ellas. En el contexto de una relación, este tipo de pensamiento conducirá a connotaciones posiblemente negativas y distorsiones cognitivas varias.

Observando la vida con esos “anteojos”, cualquier conducta, pensamiento o emoción del otro, no hará más que reafirmar  -forzadamente, tal vez- mi postulado (que “todos/as los/las hombres/mujeres, son iguales”).



Y lo más importante de todo son los efectos: el desencuentro con el otro.



Voy construyéndome una realidad donde a mí mismo me voy contando por ejemplo que “nunca llega a horario, no le importa lo que yo pienso y jamás va a cambiar”… ¡Jamás va a cambiar! Idea fatal para poder trabajar con un problema. Si no creo en la posibilidad del cambio, ¿cómo operar?, ¿qué esperar, sino la repetición de lo que me duele o molesta, por parte del otro?…

Entonces lo que alguna vez pude ver como “tal vez”, ahora se vuelve certeza: “jamás”, “siempre”, “todo el tiempo”.



Por experiencia sabemos que no hay nada (sí, nada) que siempre sea igual, que estamos sumergidos en el cambio y que todo está en constante movimiento. La idea de continuidad de un hecho que se repite en el tiempo y es constante, es emitida por el ojo humano, el mismo ojo que le da un sentido y “crea una regla” para ese suceso que se repite.



Es por ello que la terapia aparece en el horizonte como una oportunidad de construir nuevas miradas, que faciliten asimismo construir una nueva historia.

Aparece entonces, la posibilidad de flexibilizar mi mirada, sobre el otro y sobre mí, y comenzar a contactarme con las excepciones a mis reglas, con lo que “se sale del molde”, con lo que cuestiona mi paradigma cerradito (y coherente, hasta entonces) a fin de que lo enriquezca con nueva información.



Y podemos ver que en todo lo que recibimos del otro (y en todo lo que damos al otro), estamos nosotros, otorgándole a eso un sentido personal -como digo yo, mirando “con nuestros anteojos”-.



Asumiendo que somos los protagonistas de la historia, seremos los “dueños” de nuestros problemas. Por ende, también estará en nuestras manos construir sus soluciones, dejando de esperar que casi milagrosamente un día, un día, “todo vuelva a estar en su lugar”.

Entonces dejamos de postergar, poniendo en manos del mañana, del futuro, de la vida o la suerte, la instancia de generar un cambio en mi vida, en mis vínculos, en mi relación de pareja.



La vida es cambio, y el cambio puede ser la oportunidad para un nuevo reordenamiento en tu rol de mujer o de hombre, como parte de una pareja, como miembro de una familia, al fin de cuentas, como ser humano. ¡No te pierdas la oportunidad del cambio!



Te deseo una buena vida, hasta la próxima!


Lic. Daniela Torres Ortiz





Salir de la Jaula



Imaginemos que construimos una jaula... Una jaula que nos protege de “enemigos”, una jaula que nos evita lidiar con “fantasmas”…
Imaginemos que cada barrote de esa jaula es una defensa “anti-algo”, que nos sirve para evitar el ataque, para evitar la confrontación, para evitar el enojo, para evitar la tristeza, para evitar la pérdida... ¡De cuántas cosas nos protege!...

Ahora, cuidado: porque de muchas otras cosas, tampoco nos permite siquiera su disfrute.
En la jaula del miedo me siento “tranquilo”, porque aunque a través de la EVITACIÓN, me estoy resguardando.
Pero ¿acaso soy conciente de todo lo que también me pierdo, a cambio de adquirir cierta “sensación de protección”?...
Me pierdo crear un vínculo con otro, por MIEDO a perderlo… y por MIEDO a sufrir si lo pierdo.
Me pierdo salir a la vida vestido como quiera, con mis colores preferidos, con lo que para mí es la ropa más bonita o más cómoda, por MIEDO la crítica del otro.
Me pierdo dar un examen, por MIEDO a quedar “expuesto” si no sé alguna parte de la materia.
Me pierdo un cumpleaños, por MIEDO a las miradas de los que no me conocen.
Cuando no me atrevo a separarme, a tener un hijo, a casarme, a mudarme o lo que sea, por MIEDO a la opinión del entorno, de mis familiares, conocidos, o compañeros de trabajo, ahí también estoy perdiendo...

Cuántas prohibiciones para no sentir MIEDO… cuántas postergaciones, negaciones u omisiones hacemos, para no contactarnos con esa emoción.
Y entonces nos parece tan grande el monstruo, tan fuerte, tan pesado, tan duro… que necesitamos una jaula más fuerte, aumentar las prohibiciones, reforzar candados y barrotes, para evitar sentir…

Y creo que, en lo profundo, es también para evitar DARME CUENTA: La jaula del miedo, en realidad, me protege DE VIVIR. De buscar mis propias certezas, más allá de las que “me entregaron como herencia”.

Me protege de encontrar y alimentar las relaciones más hermosas de mi vida, más allá de que alguna vez pueda o no perderlas. De mojarme los pies en el agua y ver si esta fría, tibia o calentita PARA MI (aunque otro nos haya enseñado que era agua helada). De encontrarme con mis propias elecciones, y por ende mis propios errores…pero también MIS ACIERTOS.

Salir de la jaula, romper los barrotes, implica EXPONERME a la vida… y radicalmente asumir que no hay nada totalmente dicho, nada escrito de forma inmutable, nada sellado y definitivo. Y aceptar que la magia, lo maravilloso (y trágico también) de la vida, tiene que ver justamente con eso: el misterio, la incertidumbre, los cambios. Nunca sé lo que me ocurrirá, nunca sabré qué era mejor o qué peor, en definitiva, no existe la SEGURIDAD así como NO existe una jaula “anti-miedo” que me permita ser feliz.
Porque podré resguardarme de muchas cosas, pero también con esas cosas, irá algo de la alegría de vivir cada día, aceptando las reglas del juego: la vida es un abanico de posibilidades, y ninguna es más segura o estable o permanente, que otra.

Salir de la jaula es el desafío, y disfrutar el regalo maravilloso que es la vida, es la recompensa.

Lic. Daniela Torres Ortiz

Nota: El miedo en sí mismo no es “perjudicial”, dado que surge como una respuesta del organismo que permite no incurrir en situaciones riesgosas para nuestra subsistencia. Pero esa misma “herramienta natural” con que nacemos, se vuelve en nuestra contra cuando le damos el dominio y la llave de nuestra existencia, cuando lo dejamos crecer y fortalecerse, marcarnos el rumbo y las decisiones de nuestra vida. Entonces el miedo deja de ser funcional y se vuelve nuestra trampa, nuestra propia jaula.

Todo y Nada




Elegir el todo es quedarse con nada...
El todo no fue hecho para el hombre
de un día...


Elegir el todo
es apretar los puños y tantear el vacío,
Apagar el fuego del deseo,
no aceptar los años,
matar el crecimiento...

Es recorrer espacios sin caminos ni guías,
y olvidarse en un rincón los pasos
la entrada y la salida...

Elegir el todo
es perderse la vida,
por reptar como un loco
la montaña suicida...


(Porque sólo es libre aquel que puede tomar UNA PARTE...
Ése que puede ELEGIR para sí una porción del universo,
y no encadenarse a fusilar el deseo en pos de tener todo...)

                                
 


 
Escribí hace varios años este intento de poesía. En aquel momento, ya me resultaba curioso el comportamiento de aquel que “lo quería todo”.
Justamente porque el todo es un imposible, es una idea demasiado perfecta para lo imperfecto de la condición de ser humano, lleno de hiatos, de carencias y abundancias, de vacíos y llenos.
Cierro los ojos y me imagino al hombre, que dice “Yo no puedo ser fiel! Me gustan todas! Yo quiero a todas las mujeres”….a la madre que se queja de su hijito, que exclama “no, no se… no puedo elegir, quiero la fiesta de cumpleaños, el juego para la play que te pedí, irnos de vacaciones al mar y… y…”.
Pienso en el hombre que después de mucho esfuerzo logra confesarse a sí mismo, “no quiero separarme para no perder la casa que construimos, la persona que me cocina... se que no la amo, pero no puedo perder todo lo que tengo…”
Quien no puede elegir, entonces no es libre…
Quien no acepta que elegir es renunciar, tampoco…

Quien quiere a TODAS LAS MUJERES del universo, en realidad no quiere a ninguna, no se queda con ninguna y no PAGA EL PRECIO que implica construir una relación madura…
El adulto es el padre de ese niño que reclama y que no elige (y que se engaña pensando que en la vida, es posible tenerlo siempre, todo). Y ese niño, en sí, no es libre… porque hay algo fundamental que no puede, y es básicamente HACER UNA ELECCIÓN.

Quien pretende tenerlo TODO, entonces se condenará a la insatisfacción permanente, y padecerá las condiciones que acompañan la búsqueda de este ideal que se construyó y al que se somete.
Cierro los ojos de nuevo, y pienso en los que trabajan hasta derrumbarse o en los que entrenan hasta lesionarse o en los que comen tanto hasta indigestarse: eso es llegar al borde y “desbordar”, volverse esclavo de una idea...

Y no hablo de “conformarse con lo que hay”, de bajar los brazos y no motivarse con nada, justamente lo contrario.

Hablo de crecer aceptando nuestras carencias, junto a la cantidad de hermosos recursos con los que contamos. Aceptar que habrá cosas que tendremos y otras que no. Que obtendremos logros y llegaremos a metas muchas veces! Y otras tantas…no, y eso en sí mismo no será una tragedia. No podremos tenerlo todo, en todo momento y en relación a todas las cosas.

Entonces elegir, implica decir “sí” a esto y “no” a lo otro (si elijo NO estudiar para un examen, por ejemplo, luego no puedo pretender obtener la mejor de las calificaciones. Yo tomé una decisión, y hay cosas que en la vida son mutuamente excluyentes).
Elegir implica asumir los límites de la realidad y también mis propios límites.
Elegir es “jugarse”… es asumir y responsabilizarse por la decisión tomada. Porque por todo (y aquí sí, es TODO) hay un precio que pagamos, y aquel que no es capaz de elegir paga con su libertad.

Por último podemos pensar que elegir, de algún modo es ponerle un freno al niño, y tantear y reconocer con los ojos bien abiertos, los límites y las posibilidades que aparecen en el horizonte.
Poder elegir, entonces, es poder crecer...

¡Bienvenidos a la vida!

Lic. Daniela M. Torres Ortiz.

Aprendizajes




Aprendemos que el amor
no surge de los espejos...
Que podemos mirarnos,
tocarnos,
y en un segundo no reconocernos...
Sin embargo, ahí estamos...
Sin embargo, en el fondo, nos sabemos...
Como siempre,
los mismos,
los distintos...
Como nunca,
presentes,
haciendo futuro,
tallando un camino...
Aprendemos que el amor
no surge de los espejos.
Que narciso encontró su propia muerte
cuando quiso fundirse con "él mismo"...
No me encuentres tu imagen,
no te quiera yo, reflejo...
Lo igual
no es lo parecido...
Y lo que se parece,
no se asemeja en todo...
Mi similar,
mi alter ego,
mi imagen especular,
mi representación idealizada,
mi gemelaridad tramposa...
Quiero que te rompas
en pedazos...
La fortuna de encontrarnos
sucede,
justamente cuando nos percibimos
diferentes...

Lic. Daniela Torres Ortiz

 . . . . . . . .  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 


"el sólo hecho de que la otra persona sea independiente o diferente, es experimentado como ofensivo por aquellos con necesidades narcisistas intensas" - Kohut (1.978)

"Durante el noviazgo y la luna de miel, cada cónyuge, por primera vez en su vida, acepta al otro y se siente aceptado por lo que es, con sus yoes diferentes...los dos se fusionan en una unidad satisfactoria; la pareja está "enamorada".
(...) Sin embargo, gradualmente uno de los dos comienza a sentir que en vez de que se confirme su PERSONALIDAD REAL, lo están entrenando para que se AJUSTE A LA IMAGEN INTERNA PROYECTADA de su compañero y haciendo mismo a su cónyuge. Cada uno comienza a maniobrar al otro, inconcientemente para que encaje en el molde del imago interior, menospreciado, incitante. Cuanto más se comportan los cónyuges como el objeto interno malo previsto- compuesto de rasgos reales y a veces desconocidos parcialmente de uno mismo- tanto mayor será la probabilidad de que tenga lugar una nueva clase de confirmación, inconcientemente buscada y concientemente temida"... Framo (1.965)


No todo final es una muerte (o al menos, una muerte tal como suele concebirse en nuestra cultura).

El final es un punto. Es una hoja seca que se cae de un árbol que sin dudas tendrá otras miles de hojas verdes, fresquitas, asomando a la luz.
Es un velo que cae y (des)cubre lo que hay detrás; quizá lo que siempre estuvo allí, pero no te atrevías a mirar.
Un final, sin dudas, también es un comienzo. Porque un final, es un límite. Es una línea vertical que divide lo que pasó de lo que está pasando y lo que está pasando, de lo que pasará.

¿Pensaste a cuál de los tramos le prestarás más atención hoy?

¿A lo que quedó atrás? ¿A lo que hoy, simplemente, es RECUERDO?... porque el ayer no nos pertenece, simplemente es recuerdo, imagen guardada, aroma encriptado, sonido encerrado...
El ayer es un recuerdo, al que podés acudir o no, pero sigue allí, en ese cajón de tu memoria.

¿Y qué ocurre con el FUTURO?
El futuro es invención. Es creación a desplegar, es fantasía. El futuro es del color que nuestros ojos quieran pintarlo, según el día o la hora en que lo estemos imaginando. El futuro tampoco tiene entidad, al igual que el pasado, en sí mismo. Pero a diferencia de aquel, todavía no ocurrió, por lo cual está abierto a las modificaciones que decidas hacerle.

Entonces, nos queda pensar en el PRESENTE.
¿Qué es el presente?...Yo diría que es un “aquí y ahora”.
El presente es lo que ocurre ya, para vos mientras lees esto... y mientras lo escribo, para mí. El presente es para mí el sonido de los autos en la calle, mezclándose con el "tic tac tic" del teclado de esta computadora.
El presente es cómo estoy sentada, cómo estás sentado...cómo respirás, cómo están tus músculos, qué aroma está impregnando tu aire.
El presente es lo único -SI, ÚNICO- que realmente tenemos.
Comprender esto, que se escribe y se lee tan fácilmente, es quizá una de las tareas más complejas de la vida. De hecho, muchos necesitan ayuda terapéutica para poder comenzar a aceptarlo.

Suena paradójicamente extraño: El aquí y ahora es lo único que "poseemos", y sin embargo es de lo que menos nos hacemos concientes. Registramos cuidadosamente los escollos de un pasado más o menos doloroso, nos culpamos o culpamos a otros, a la vida o la suerte. Nos enojamos y entristecemos por "lo que no fue", "lo que no hice" o "lo que no hiciste".
Igual de fácil es imaginar un futuro gris, vivir la amenaza de ese amor que se termina, o de esa libertad que se extingue quizá al momento de encontrar pareja, o de comenzar a ser padres y adquirir nuevas responsabilidades.

Y sí... porque "algo tiene que terminar, para que algo empiece". El final de una etapa, de un momento, de una hora, indica el comienzo de otra. Tan simple y tan difícil a la vez.

¿Y dónde queda el presente?...Vivimos en él, pero no somos concientes de ello. Vivimos en él, pero nuestra mente se confunde entre los recuerdos de algo que "ya no es" y la desesperación por "avizorar lo que vendrá", quizá ingenuamente apostando a que el futuro es previsible, controlable, "atrapable" por la mente humana.

Entonces me pregunto y te pregunto: ¿Hasta cuándo?
¿Cuándo podrás poner punto final a aquello que te daña y que es preciso soltar?...
¿Cuándo aceptarás conocerte, bucear en vos, para encontrarte con ese que realmente sos debajo de la ropa que llevás encima?...
¿Cuándo te conectarás con el presente, ese que te llama, que te reclama, ese que te implica y en el cual -aunque existís- pareciera que la mayoría de las veces no habitás?....

Poner un punto final, para comenzar a escribir una nueva historia, es tarea impostergable. Tiene que ver con la autorrealización, tiene que ver con el autoconocimiento y con la autoaceptación.
Es tarea de uno y para uno, y en el ejercicio de esa tarea, la psicoterapia también resulta de gran utilidad.
Frederic Perls dijo que "la terapia era algo demasiado bueno como para reservársela únicamente a los enfermos". Y a mí me gusta agregar que no hace falta sentirse enfermo para poder aprovecharla.

La vida sigue su curso, pero la diferencia entre "sobrevivir" y "vivir" la construye uno, a partir de sus propias decisiones.
Entonces ser feliz, también es una elección y exige un compromiso ineludible.

Te deseo una feliz vida, siempre.

Lic. Daniela Torres Ortiz