Mañana...

siempre mañana,

a veces ahora...

algunos días "ayer"...



Ayer fue "tal vez"...

y ahora es "todo el tiempo"...



Daniela Torres Ortiz


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Cuántas quejas se emiten entre las cuatro paredes de una casa. Cuántos “siempre”, “nunca”, “todo el tiempo” o “casi siempre”…retumban entre las paredes del consultorio.

Y esos “siempre”, esos “nunca”, implican una básica “distorsión” cognitiva, que en definitiva terminará reflejando lo que en terapia cognitiva se llama “generalización”.



Pensar “todos/as los/as hombres/mujeres son iguales”, por ejemplo, es una de ellas. En el contexto de una relación, este tipo de pensamiento conducirá a connotaciones posiblemente negativas y distorsiones cognitivas varias.

Observando la vida con esos “anteojos”, cualquier conducta, pensamiento o emoción del otro, no hará más que reafirmar  -forzadamente, tal vez- mi postulado (que “todos/as los/las hombres/mujeres, son iguales”).



Y lo más importante de todo son los efectos: el desencuentro con el otro.



Voy construyéndome una realidad donde a mí mismo me voy contando por ejemplo que “nunca llega a horario, no le importa lo que yo pienso y jamás va a cambiar”… ¡Jamás va a cambiar! Idea fatal para poder trabajar con un problema. Si no creo en la posibilidad del cambio, ¿cómo operar?, ¿qué esperar, sino la repetición de lo que me duele o molesta, por parte del otro?…

Entonces lo que alguna vez pude ver como “tal vez”, ahora se vuelve certeza: “jamás”, “siempre”, “todo el tiempo”.



Por experiencia sabemos que no hay nada (sí, nada) que siempre sea igual, que estamos sumergidos en el cambio y que todo está en constante movimiento. La idea de continuidad de un hecho que se repite en el tiempo y es constante, es emitida por el ojo humano, el mismo ojo que le da un sentido y “crea una regla” para ese suceso que se repite.



Es por ello que la terapia aparece en el horizonte como una oportunidad de construir nuevas miradas, que faciliten asimismo construir una nueva historia.

Aparece entonces, la posibilidad de flexibilizar mi mirada, sobre el otro y sobre mí, y comenzar a contactarme con las excepciones a mis reglas, con lo que “se sale del molde”, con lo que cuestiona mi paradigma cerradito (y coherente, hasta entonces) a fin de que lo enriquezca con nueva información.



Y podemos ver que en todo lo que recibimos del otro (y en todo lo que damos al otro), estamos nosotros, otorgándole a eso un sentido personal -como digo yo, mirando “con nuestros anteojos”-.



Asumiendo que somos los protagonistas de la historia, seremos los “dueños” de nuestros problemas. Por ende, también estará en nuestras manos construir sus soluciones, dejando de esperar que casi milagrosamente un día, un día, “todo vuelva a estar en su lugar”.

Entonces dejamos de postergar, poniendo en manos del mañana, del futuro, de la vida o la suerte, la instancia de generar un cambio en mi vida, en mis vínculos, en mi relación de pareja.



La vida es cambio, y el cambio puede ser la oportunidad para un nuevo reordenamiento en tu rol de mujer o de hombre, como parte de una pareja, como miembro de una familia, al fin de cuentas, como ser humano. ¡No te pierdas la oportunidad del cambio!



Te deseo una buena vida, hasta la próxima!


Lic. Daniela Torres Ortiz





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