Imaginemos que construimos una jaula... Una jaula
que nos protege de “enemigos”, una jaula que nos evita lidiar con “fantasmas”…
Imaginemos que cada barrote de esa jaula es una
defensa “anti-algo”, que nos sirve para evitar el ataque, para evitar la
confrontación, para evitar el enojo, para evitar la tristeza, para evitar la
pérdida... ¡De cuántas cosas nos protege!...
En la jaula del miedo me siento “tranquilo”, porque
aunque a través de la EVITACIÓN, me estoy resguardando.
Pero ¿acaso soy conciente de todo lo que también me
pierdo, a cambio de adquirir cierta “sensación de protección”?...
Me pierdo crear un vínculo con otro, por MIEDO a
perderlo… y por MIEDO a sufrir si lo pierdo.
Me pierdo salir a la vida vestido como quiera, con
mis colores preferidos, con lo que para mí es la ropa más bonita o más cómoda,
por MIEDO la crítica del otro.
Me pierdo dar un examen, por MIEDO a quedar
“expuesto” si no sé alguna parte de la materia.
Me pierdo un cumpleaños, por MIEDO a las miradas de
los que no me conocen.
Cuando no me atrevo a separarme, a tener un hijo, a
casarme, a mudarme o lo que sea, por MIEDO a la opinión del entorno, de mis
familiares, conocidos, o compañeros de trabajo, ahí también estoy perdiendo...
Cuántas prohibiciones para no sentir MIEDO… cuántas
postergaciones, negaciones u omisiones hacemos, para no contactarnos con esa
emoción.
Y entonces nos parece tan grande el monstruo, tan
fuerte, tan pesado, tan duro… que necesitamos una jaula más fuerte, aumentar
las prohibiciones, reforzar candados y barrotes, para evitar sentir…
Y creo que, en lo profundo, es también para evitar
DARME CUENTA: La jaula del miedo, en realidad, me protege DE VIVIR. De
buscar mis propias certezas, más allá de las que “me entregaron como herencia”.
Me protege de encontrar y alimentar las relaciones
más hermosas de mi vida, más allá de que alguna vez pueda o no perderlas. De
mojarme los pies en el agua y ver si esta fría, tibia o calentita PARA MI (aunque
otro nos haya enseñado que era agua helada). De encontrarme con mis propias
elecciones, y por ende mis propios errores…pero también MIS ACIERTOS.
Salir de la jaula, romper los barrotes, implica
EXPONERME a la vida… y radicalmente asumir que no hay nada totalmente dicho,
nada escrito de forma inmutable, nada sellado y definitivo. Y aceptar que la
magia, lo maravilloso (y trágico también) de la vida, tiene que ver justamente
con eso: el misterio, la incertidumbre, los cambios. Nunca sé lo que me
ocurrirá, nunca sabré qué era mejor o qué peor, en definitiva, no existe la
SEGURIDAD así como NO existe una jaula “anti-miedo” que me permita ser feliz.
Porque podré resguardarme de muchas cosas, pero
también con esas cosas, irá algo de la alegría de vivir cada día, aceptando las
reglas del juego: la vida es un abanico de posibilidades, y ninguna es más
segura o estable o permanente, que otra.
Salir de la jaula es el desafío, y disfrutar el
regalo maravilloso que es la vida, es la recompensa.
Lic. Daniela Torres Ortiz
Nota: El miedo en sí mismo no
es “perjudicial”, dado que surge como una respuesta del organismo que permite no
incurrir en situaciones riesgosas para nuestra subsistencia. Pero esa misma
“herramienta natural” con que nacemos, se vuelve en nuestra contra cuando le
damos el dominio y la llave de nuestra existencia, cuando lo dejamos crecer y
fortalecerse, marcarnos el rumbo y las decisiones de nuestra vida. Entonces el
miedo deja de ser funcional y se vuelve nuestra trampa, nuestra propia jaula.
Etiquetas: psicologa neuquen, psicologo neuquen
0 opiniones:
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)