Muchos prefieren la web para tener sus sesiones con el psicólogo.


Desde la Comisión de Informática de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires (APBA), alientan este tipo de terapia por considerarla una herramienta más que facilita la comunicación y el abordaje de determinados temas que pueden ser espinosos frente a frente.
Los especialistas afirman que es posible utilizar este recurso sin que las sesiones pierdan eficacia. La única diferencia entre una sesión virtual y una presencial es el "nexo" que facilita la comunicación. Puede ser una computadora pero también un teléfono.
Si bien en un principio quienes adherían a esta propuesta lo hacían casi por necesidad: personas que tenían establecido un vínculo con un profesional determinado en su lugar de residencia y debían viajar, o bien otros que por una imposibilidad física no podían trasladarse hasta un consultorio, lo cierto es que de a poco se fue animando otro tipo de pacientes y ahora cada vez son más quienes incorporan esta metodología por la manera en la que facilita la comunicación o los ayuda a dejar de lado cierta vergüenza o timidez que puede surgir en el cara a cara.
"La terapia on line es un fenómeno que crece día a día gracias a las nuevas tecnologías que permiten que terapeuta y paciente se encuentren a distancia, pero pudiendo verse y escucharse sin perder la expresividad. Esto permite que cada vez más haya pacientes que prefieren la terapia virtual a la tradicional", explica Gabriela Martínez Castro, licenciada en psicología, directora del Centro de Estudios Especialista en Trastornos de Ansiedad (CEETA), institución que ha implementado con éxito este tipo de consulta vía skype (programa que permite hablar y verse a través de la computadora) hace ya varios años, y que en la actualidad cuenta con pacientes de Mar del Plata, San Martín de los Andes, Mendoza o Salta, así como del exterior.
"También hay pacientes que son de la zona, pero que por sus actividades no pueden acercarse al centro para tener una terapia cara a cara. En el caso de los que se van a vivir afuera, el principal motivo que los impulsa a elegir esta modalidad y continuar con la terapia que estaban realizando es la imposibilidad de encontrar especialistas en el lugar donde viven en la actualdiad", agrega Martínez Castro.
El licenciado en psicología Gerardo Gómez, dice que para garantizar la eficacia en la comunicación no sólo puede llevarse a cabo vía Skype o web cam, "sino también por chat, e-mail o teléfono".
Al ser consultada sobre la utilidad y eficacia de esta modalidad, Gabriela Martínez Castro destaca que "al no compartir el mismo espacio físico algunas personas pueden sentirse más desinhibidas y por lo tanto más sueltas como para hablar de determinadas cuestiones personales con mayor soltura".
Igualmente, menciona, "creo que la terapia on line todavía está en pañales dado que somos muy pocos los que hemos comenzado a trabajarla. Queda mucho por hacer. No obstante, se trata de una solución muy importante para personas que necesitan este tipo de terapia o están en lugares muy alejados", agrega.
No hay edades para adherir a este tipo de terapia. Además las sesiones pueden ser individuales o grupales.
Lo único que hay que tener en cuenta, por supuesto, es la coordinación. Al igual que en una cita de consultorio, para los encuentros virtuales el profesional y el paciente pautan un día y horario, y por lo general utilizan nombres y contraseñas para evitar que la privacidad de la charla se vea vulnerada por la inseguridad que de por sí tiene Internet.
"La única salvedad está relacionada con la problemática del paciente o con su patología porque en algunas ocasiones la presencia física del terapeuta es imprescindible. Esto ocurre por ejemplo cuando nos enfrentamos a trastornos severos en los cuales resulta necesario el acompañamiento y seguimiento por parte del profesional", concluye Martínez Castro.

*Fuente: Diario La Capital de Rosario.

Caminando a la par de las nuevas tecnologías y en pos de acortar el nexo entre paciente y terapeuta, he adoptado la modalidad de consulta Vía On Line a través de Internet mediante la red Skype, para aquellas personas que no puedan asistir a la terapia al consultorio ya sea por problemas de horarios o de distancia, o bien quieran iniciar una terapia conmigo estando incluso en otras ciudades.

Para ello pueden escribirme a la dirección de mail danielatorresortiz@gmail.com y de esta forma coordinar una primera entrevista.

Les dejo un cariño,

Daniela Torres Ortiz
Licenciada en Psicología


Hay quienes sufren en compañía de otro, para evitar sufrir en soledad. Hay quienes en soledad, sufren esperando ser acompañados.
Los hay acompañados, que se sienten solos y sufrientes…
Los hay solos, que hacen cualquier cosa con tal de no darse cuenta dónde están.
La soledad, como quiera que sea, es una instancia inapelable en nuestras vidas. Hay situaciones donde, inevitablemente, estaremos solos…

Pensemos en un parto.
La madre, rodeada de médicos, enfermeros y en el mejor de los casos, un marido atento y amoroso, está sola: Ella y sus fuerzas, ella y su deseo de ver a su niño, ella…sólo ella.
Y por otro lado, el naciente, que puja, que hace fuerzas, que arremete contra órganos y demás dificultades que aparezcan en su camino.
El canal de parto, también es un lugar ocupado por una sola persona.

Con esto no digo que la soledad sea deseable como meta en sí misma. Sólo digo que es imposible escapar de ella, y que tiene aspectos muy poco valorizados socialmente. (Paradojas de este siglo ajetreado y confuso: estamos más comunicados que nunca, pero nos sentimos existencialmente más solos y aislados…)

Viktor Frankl ya hablaba en sus días, de que estos tiempos no eran los de Freud. No había un problema de represión sexual. Había un problema de “falta de sentido”.
Y eso tiene que ver con nuestro tema en cuestión. ¿Qué sentido tiene también, esta soledad que goza de tan mala fama?...
Y es que la soledad también es, de nuevo paradoja por medio, una buena compañera: Sólo hay que darle un sentido, encontrarle un valor, significarla en nuestro día a día.
Además, hay otra certeza que vale la pena mencionar: Sólo se puede estar acompañado, si se sabe estar solo…

Lo contrario será ir buscando esa “media naranja” auxiliar, que cubra todos nuestros huecos, que llene nuestros vacíos, que nos “tapone” de presencia continua y perpetuamente gratificante, y que por otra parte…media naranja que nunca va a existir (porque nunca existirá NADIE, aceptémoslo, que cubra todas nuestras expectativas, todo el tiempo, toda la vida). Alguien me dijo una vez …“no existen las medias naranjas; existen las naranjas enteras”... Y es así.
El otro podrá acompañar nuestros días, nuestros meses o años. Será un compañero de ruta elegido, pero nuestros pies son los nuestros. Nuestra vida, es nuestra…y en eso, ya estamos solos.
Solos frente a la existencia, frente al elegir “ser o no ser” cada mañana. Estamos solos, y es maravilloso, porque sólo desde esa aceptación, podemos también aceptar la compañía real del otro, también real (no idealizado…)

Ése es el sentido que podemos crear para nosotros: el de una soledad aliada, el de una soledad que enseña, que nos enfrenta al espejo de nuestros propios miedos y deseos, enmascarados atrás de las decisiones que tomamos para llegar adonde estamos.
Construirle un sentido a la soledad, es también responsabilidad nuestra, como seres adultos en continua transformación. Permitirnos apropiarnos de ella, nutrirnos de todo lo que encierra en su interior, “sacarle el jugo” y aprender, también.

Como siempre, la elección está en nuestras manos.


Lic. Daniela Torres Ortiz
Marzo de 2011

En este tipo de apego, aunque indirectamente también se busca estabilidad, el objetivo principal no es evitar el abandono sino sentirse amado.

Incluso muchas personas son capaces de aceptar serenamente la separación, si la causa no está relacionada con el desamor: "prefiero una separación con amor, que un matrimonio sin afecto".

No obstante, una cosa es que nos guste recibir amor y otra muy distinta es quedar adherido a las manifestaciones de afecto. Estar pendiente de cuánto cariño nos prodigan para verificar qué tan queribles somos, es agotador tanto para el dador como para el receptor.

Si una persona no se quiere a sí misma, proyectará ese sentimiento y pensará que nadie podrá quererla. El amor se refracta siempre en lo que somos. El miedo al desamor (carencia afectiva) rápidamente se transforma en necesidad de ser amado. Cuando alguien se aproxima afectivamente, los sujetos con baja autoestima se sorprenden y dudan seriamente de las intenciones del candidato. Como si dijeran: "si se fijó en mí, algo malo debe tener". Paradójicamente, la conquista puede no ser tan fácil, ya que un nuevo temor desplaza momentáneamente al anterior: el miedo a sufrir. Desamor y desengaño anticipado se mezclan creando la sensación de estar atrapado entre dos males posibles. Un nuevo conflicto nace: necesito el amor, pero le temo.(...)

Autor: Walter Riso, Psicólogo clínico cognitivo.