En este tipo de apego, aunque indirectamente también se busca estabilidad, el objetivo principal no es evitar el abandono sino sentirse amado.

Incluso muchas personas son capaces de aceptar serenamente la separación, si la causa no está relacionada con el desamor: "prefiero una separación con amor, que un matrimonio sin afecto".

No obstante, una cosa es que nos guste recibir amor y otra muy distinta es quedar adherido a las manifestaciones de afecto. Estar pendiente de cuánto cariño nos prodigan para verificar qué tan queribles somos, es agotador tanto para el dador como para el receptor.

Si una persona no se quiere a sí misma, proyectará ese sentimiento y pensará que nadie podrá quererla. El amor se refracta siempre en lo que somos. El miedo al desamor (carencia afectiva) rápidamente se transforma en necesidad de ser amado. Cuando alguien se aproxima afectivamente, los sujetos con baja autoestima se sorprenden y dudan seriamente de las intenciones del candidato. Como si dijeran: "si se fijó en mí, algo malo debe tener". Paradójicamente, la conquista puede no ser tan fácil, ya que un nuevo temor desplaza momentáneamente al anterior: el miedo a sufrir. Desamor y desengaño anticipado se mezclan creando la sensación de estar atrapado entre dos males posibles. Un nuevo conflicto nace: necesito el amor, pero le temo.(...)

Autor: Walter Riso, Psicólogo clínico cognitivo.

0 opiniones:

Publicar un comentario