La soledad, ¿enemiga o aliada?


Hay quienes sufren en compañía de otro, para evitar sufrir en soledad. Hay quienes en soledad, sufren esperando ser acompañados.
Los hay acompañados, que se sienten solos y sufrientes…
Los hay solos, que hacen cualquier cosa con tal de no darse cuenta dónde están.
La soledad, como quiera que sea, es una instancia inapelable en nuestras vidas. Hay situaciones donde, inevitablemente, estaremos solos…

Pensemos en un parto.
La madre, rodeada de médicos, enfermeros y en el mejor de los casos, un marido atento y amoroso, está sola: Ella y sus fuerzas, ella y su deseo de ver a su niño, ella…sólo ella.
Y por otro lado, el naciente, que puja, que hace fuerzas, que arremete contra órganos y demás dificultades que aparezcan en su camino.
El canal de parto, también es un lugar ocupado por una sola persona.

Con esto no digo que la soledad sea deseable como meta en sí misma. Sólo digo que es imposible escapar de ella, y que tiene aspectos muy poco valorizados socialmente. (Paradojas de este siglo ajetreado y confuso: estamos más comunicados que nunca, pero nos sentimos existencialmente más solos y aislados…)

Viktor Frankl ya hablaba en sus días, de que estos tiempos no eran los de Freud. No había un problema de represión sexual. Había un problema de “falta de sentido”.
Y eso tiene que ver con nuestro tema en cuestión. ¿Qué sentido tiene también, esta soledad que goza de tan mala fama?...
Y es que la soledad también es, de nuevo paradoja por medio, una buena compañera: Sólo hay que darle un sentido, encontrarle un valor, significarla en nuestro día a día.
Además, hay otra certeza que vale la pena mencionar: Sólo se puede estar acompañado, si se sabe estar solo…

Lo contrario será ir buscando esa “media naranja” auxiliar, que cubra todos nuestros huecos, que llene nuestros vacíos, que nos “tapone” de presencia continua y perpetuamente gratificante, y que por otra parte…media naranja que nunca va a existir (porque nunca existirá NADIE, aceptémoslo, que cubra todas nuestras expectativas, todo el tiempo, toda la vida). Alguien me dijo una vez …“no existen las medias naranjas; existen las naranjas enteras”... Y es así.
El otro podrá acompañar nuestros días, nuestros meses o años. Será un compañero de ruta elegido, pero nuestros pies son los nuestros. Nuestra vida, es nuestra…y en eso, ya estamos solos.
Solos frente a la existencia, frente al elegir “ser o no ser” cada mañana. Estamos solos, y es maravilloso, porque sólo desde esa aceptación, podemos también aceptar la compañía real del otro, también real (no idealizado…)

Ése es el sentido que podemos crear para nosotros: el de una soledad aliada, el de una soledad que enseña, que nos enfrenta al espejo de nuestros propios miedos y deseos, enmascarados atrás de las decisiones que tomamos para llegar adonde estamos.
Construirle un sentido a la soledad, es también responsabilidad nuestra, como seres adultos en continua transformación. Permitirnos apropiarnos de ella, nutrirnos de todo lo que encierra en su interior, “sacarle el jugo” y aprender, también.

Como siempre, la elección está en nuestras manos.


Lic. Daniela Torres Ortiz
Marzo de 2011

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