En los dibujos animados a veces la vida pareciera algo muy sencillo. El cuento comienza, sucede un conflicto y finalmente hay un “vivieron felices para siempre”.
 
Y yo me pregunto, ¿La felicidad acaso es un estado permanente?…
 
Desde chicos, al menos a los de mi generación -y hacia atrás- nos fueron educando con un modelo de príncipe y princesa versión Disney que, hoy creo, orientaba un rumbo “para ser feliz” (para siempre).
 
El príncipe superaba todas las dificultades, atravesaba inmensos bosques, trepaba hasta torres gigantes,  peleaba contra dragones, sabía manejar con templanza y destreza una espada, así como ser suave y caballero con las damas. Si tenia miedo ni lo mencionaba, o si estaba cansado o desenamorado, jamás actuaba con coherencia a lo que sentía. ¡Pobre príncipe! ¡Cuánto aprendía sobre acallar sus emociones!
 
Por otro lado, las princesas eran sumisas, obedientes a los mandatos paternos, bellas (o al menos para nuestra cultura) y delicadas. Jamás sus manos tomarían una espada, usarían un arado o montarían a pelo un caballo. Ni hablar que hubiese morenas (salvo contadas excepciones) o con algunos kilos extra de la talla “esperable” por los diseñadores de moda...
 
 
 
 
Crecimos con un modelo de elección de pareja y de amor idealizado, donde en manos del hombre está toda la rudeza hacia afuera y la dulzura hacia adentro… y en el lugar de la mujer, se esconde la sumisión, la pasividad y la capacidad de esperar cual bella durmiente, el tiempo -infinito tal vez- necesario para ser “liberada”…
 
Cuántas cosas implican estos supuestos, ya en el mundo real…
 
Para algunas mujeres, significa seguir esperando (así sea en algún rinconcito escondido de la mente) esa suerte de “Liberación” de los “males de un afuera peligroso”. Significa esperar  que haya un otro que sea quien cuide, quien proteja… (asumiendo cierta fragilidad, también, en ese mismo acto). Ni hablar que implica encajar en el estereotipo de belleza de la cintura de avispa, y el cabello largo y rubio.
 
Eso que de pequeñas se nos va metiendo por las pantallas, nos va indicando qué lugar ocupar para ser seres “socialmente aceptables”, o incluso, “deseables”, o elegidas por alguien que nos rescate de ¿las garras de la soledad, por ejemplo?
Así, vemos personas luchando contra el paso del tiempo en su cuerpo, contra una balanza o contra la angustia de sentir que no se “encaja”. Vemos también aquellas (o aquellos) a los que les alcanza con ser “elegidos” por otro, sin plantearse si en lo profundo eligen esa relación.
 
Y podríamos seguir por horas mencionando consecuencias de la adherencia a los modelos “princesita”… (ojo, no sólo ingresa esa información por un dibujo animado, simplemente es uno de los caminos que considero, nos “induce” a cierto lugar).
 
Ni que hablar del “hombre”, quien muchas veces se siente exigido a ser “el proveedor” (de recursos económicos, de respuestas a dilemas, de soluciones a los problemas, entre tantas otras cosas). Del príncipe pareciera que se espera una suerte de escisión de personalidad!...que sea rudo, áspero con algunos, y “papel tissue” con otros…
 
¡Qué difícil! ¡Cuántos riesgos pueden correrse por intentar ir tras el papel que nos comimos tomando chocolatadas y vainillas!

 
 
 
 
Y con todo esto no digo que una pareja no pueda brindar protección. Todo lo contrario, una buena pareja muchas veces es refugio, contención, lugar donde guarecerse de la lluvia…
 
Pero lo es en el vínculo, en la unión, en la dinámica. Lo es “alternando” los protagonistas que brindan esa contención, esa fortaleza.
 
No se trata de un rol a ejercer rígidamente por uno de los dos. Tampoco de un lugar que tenga que ocuparse en forma permanente.
Se trata de un ida y vuelta, de una retroalimentación positiva y enriquecedora…
 
La vida en pareja, como la vida en sí misma, nos ofrece diversos lugares para ocupar, diversas funciones y cualidades…y la riqueza y el disfrute tienen que ver con explorar y explotar las posibilidades que aparecen.
 
No esperar tanto...ni tan poco, de uno mismo…ni del otro. He aquí una de las claves… No exigir desde un ideal tirano, que las cosas “encajen” en el libreto que nos contaron.
 
 
Buena y real vida, siempre!
 
Lic. Daniela M. Torres Ortiz

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