De los temas recurrentes en el consultorio, éste es uno de los más
presentes.
Siempre hubo infieles y traicionados, pero actualmente la palabra “infiel”
como la de “traición”, han ido tomando otros matices.
Y es que, si bien para muchos qué es infidelidad puede estar muy claro,
para otros los límites se tornan más que borrosos…al punto que aparecen entre
sus cuestionamientos, expresiones de este tipo: “miró a otra chica…eso ya es
infidelidad! Porque convengamos que me está siendo infiel CON EL PENSAMIENTO!!!
¿o no?”… “revisé su teléfono y había mensajes, me mintió…me dijo que ya no
hablaba más con ella ¡Eso es ser infiel!”... “mira a otras chicas por Facebook…yo
me doy cuenta, porque cuando paso cerca se hace el tonto y sube el cursor…para mí
que mire a otra gente, es un signo de que me es infiel”… “lo encontré besándose
en mi propia cama con mi mejor amiga!!!! Nunca me había imaginado que podía ser
tan infiel!!!”… “me da celos que mire a otros flacos en una película, pienso
que eso podría implicar que tiene ganas de estar con otro, que me compara…y que
un día puede tentarse y serme infiel!”
Frente a situaciones tan dispares como éstas planteadas, nos cabe preguntar
¿Es lo mismo que mire a una chica cuando pasa caminando frente al auto, en un
semáforo…que besarse con una amiga o que mire una foto en Facebook?...
No, no es lo mismo. Pero para diferentes personas, tales situaciones caen
bajo el mismo rótulo: infidelidad.
Como en tantas otras cosas, no podemos universalizar el término. Es un
concepto que se vuelve más amplio o más estrecho, de acuerdo a la mirada del
sujeto: no hay una regla general. Porque qué es ser FIEL o INFIEL, es un
concepto que vale de una forma particular según quien lo vea.
Muchísimas veces en las parejas hay un suceso, que por cada uno de los
miembros tiene una lectura diferente. Para uno es infidelidad y para el otro
no. ¿Entonces, qué hacemos?...
Como siempre, la clave es la comunicación…
Poder hablar, poder hacer explícito lo que yo creo que es “obvio” y que se
entendería implícitamente, allana los caminos, simplifica las cuestiones.
Si ambos acordamos que la relación, para que funcione bien para ambos, para
que nos haga “felices” a ambos, tiene que basarse en ciertas premisas…será más
fácil comprender las cosas y tener una mirada un poco más cabal respecto al
comportamiento propio o ajeno.
Sin dudas que no siempre se puede estar de acuerdo con todo, pero
nuevamente para enfrentar esta realidad hay que apelar al respeto, la escucha y
la comprensión, de forma tal de acordar en lo que sea factible de ser acordado,
como de disentir y resolver qué se hace, frente a lo que no hay acuerdo o lo
que no me resulta negociable.
Recapitulando: qué es infidelidad y qué no lo es, se trata de algo
subjetivo, con matices y límites específicos para cada miembro de cada pareja.
Hablar sobre ello, permite en lo básico, saber de qué se habla cuando se habla
de traicionar, así como delimitar qué será permitido y qué no, en cada pareja o
relación.
Finalmente, podemos pensar que hay quienes consideran que sólo hay
infidelidad cuando hay un vínculo de amor, porque otro tipo de relación basada
en otras cuestiones (atracción física, sexo casual, etc.) no permitirían hablar
de ello. ¿De qué fidelidad hablamos si vos podés estar con cualquiera y yo
también, porque sólo nos vemos cuando aparecen las ganas de compartir un
momento de sexo?...
Claro que hablar de fidelidad, nos lleva a plantearnos en lo profundo, qué
tipo de relación queremos establecer con el otro, y de esto también hay que
hablar. Si no se habla, dejo librado al azar de lo que “se supone” que el otro
también sabe, también quiere conmigo o espera de mí, y corro el riesgo de abrir
espacio para grandes equívocos y “sorpresas”.
El diálogo es la gran clave en toda relación. La disposición para escuchar
abiertamente y para ser francos y sinceros con nosotros mismos y con la otra
parte, es un desafío que se presenta siempre y que vale la pena asumir, para
construir un vínculo honesto y despojado de tabúes.
Feliz vida,
siempre!
Lic. Daniela
Torres Ortiz
Sin dudas que la literatura ha
dedicado bastante tinta a tratar el tema… Será por la universalidad del
sentimiento, será por su complejidad para ser resuelto, será por esa suerte de
“sensación de in manejabilidad” que provoca.
Lo cierto es que no por antiguo
es un tema menos actual.
Y resulta que a primera vista,
serían dos los actores que padecen los celos. Uno (o los dos, depende cada
pareja…pero en este caso hablaremos de una unidad celoso - celado) es quien lo
siente, y el otro quien recibe sus consecuencias (claro que para el celoso,
también esto tiene consecuencias! ). Los dos quedan atrapados en una suerte de
acción - reacción, que retroalimenta con cualquier excusa la circularidad de
las conductas.
“Yo hice esto porque vos aquello”…uno suele
escuchar por allí, donde “esto”, puede ser desde un acto de curiosidad y
control, como revisar el correo electrónico o mirar el celular o abrir un sobre
de correspondencia conteniendo un informe detallado de los gastos bancarios,
hasta un golpe…o cualquier otro acto intimidatorio, que persigue un intento de
control y de “corrección” del partenaire, en su -al menos supuesta- “sospechosa” conducta.
Y esta conducta, ese “porque vos
aquello”, puede ser desde mirar a otra persona, ser “demasiado reservado/a” con
cierta información, ocultar una clave de acceso a algo, etc. etc. etc.
El celoso, cierto es que siempre
encontrará una justificación para ese torbellino de emociones viscerales, donde
desfilan la ira, el enojo, la tristeza, la indignación, probablemente seguidas
de una acción coherente con ello. Otra particularidad del caso es que esas
sensaciones pueden (y gran parte de las veces es así) responder simplemente a
una suerte de “ilusiones” mentales, un creer ver lo que en concreto no existe…
De hecho si existiera, si el
celoso tuviera un conocimiento acabado de que el otro no es fiel (que es en
definitiva, el monstruo que se pretende atrapar) ya se enfrentaría a otro
problema: qué hacer con eso.
Esa ilusión, entonces realizada,
indicaría que el gran temor a perder al ser amado y al vínculo que con éste se
tiene, en manos de un rival, se ha concretado.
Ahora bien…esta suerte de
conductas muchas veces destinadas a la “prevención” de tal circunstancia, es decir,
conductas tendientes a evitar que el otro se relacione con alguien y ese
alguien lo desplace, son paradójicamente las que potencialmente pueden lograr
el mismo efecto: la pérdida.
Pensemos desde el otro lado…aquel
que es “husmeado” en su privacidad, que simbólicamente es colocado bajo la luz
de la investigación más minuciosa, que sistemáticamente es perseguido y
confrontado para que dé explicaciones de tal o cual circunstancia que lo
envuelve, no está siendo respetado. Más bien resulta expuesto a una suerte de
interrogatorio, a una especie de persecución variada en matices, que lejos está
de relacionarse con un vínculo de amor, ternura, confianza…
Entonces quien se quede en ese
lugar, en ese rol, y pueda permanecer allí…tiene que tener muy buenas razones
para hacerlo (razones que pueden pasar en más o en menos desapercibidas por la
conciencia). Se pueden encontrar allí viejos patrones de relación, patrones
aprendidos y repetidos con diferentes actores y escenarios.
Y es que celado y celoso, forman
una dupla muchas veces complementaria…pero ese será tema para otro día.
Por hoy me gustaría simplemente dejar
planteada la paradoja: por temor a perderte, es que te pierdo… Por temor a que
un día te alejes, es que termino causándote rechazo…
Porque no todo -por suerte- se
tolera, siempre…y todo -por suerte, otra vez- tiene sus límites. Los celos
también, y muchas veces si uno no hace prevalecer los límites propios frente a
la situación, es la realidad la que impone los suyos.
Cuidar al otro supone respetarlo,
cuidar el vínculo supone alimentarlo desde el respeto por la individualidad de
cada uno, con todo lo que ello implica (tolerar ciertos silencios, respetar el
mundo privado, que no todo siempre es “compartible” en una pareja, entre otras
cosas). Finalmente, amar al otro supone preservarlo, incluso de mi mismo y mis
celos.
Por eso es importante pedir ayuda
cuando algunos de estos pilares comienzan a resquebrajarse…
Les deseo muy buena vida! Hasta
la próxima!
Lic. Daniela Torres Ortiz
psicologo neuquen, psicologa neuquen
Vivir ya supone,
en sí mismo, el riesgo de poder perecer en cualquier momento. Sin embargo esa
posibilidad, a gran parte de nosotros no nos detiene: seguimos saliendo a la
calle, yendo al trabajo, comiendo con amigos, haciendo deportes…
Entonces ¿por
qué en tantas ocasiones, nos tomamos tanto trabajo para intentar reducir los
riesgos, y “saltar sobre seguro”?...
No terminamos de
aceptar que la seguridad no existe, que podemos tener un mapa perfectamente
marcado, con sus caminos y puntos de descanso, que jamás será igual al
territorio. Y en esa diferencia, entre el mapa y el territorio, se juega la
incertidumbre… y contra la incertidumbre luchamos.
Nos empeñamos en
tomar “medidas de precaución”, en sacar cuentas e imaginar mil escenarios
diferentes, con sus posibles respuestas… Nos llenamos de ansiedad, porque
pretendemos controlarlo todo, y viendo que ese todo se escapa, se NOS escapa,
nos angustiamos y a veces, quedamos paralizados.
Nunca lo que
imaginamos sobre cualquier futuro, será idéntico a ese futuro mismo. Es tan
simple y tan complejo, como aceptar que la experiencia sólo se adquiere
transitándola…
¿Pero mientras
tanto?... mientras tanto la vida. El tiempo que transcurre, aún cuando nosotros
permanezcamos inmóviles, detenidos…pensando.
Y es tan
perjudicial tomar acciones sin el uso de la razón, como quedarse varado en el
ámbito de la planificación sin su ejecución correspondiente…
Entre ser
proactivo y ser extremadamente cauteloso al momento de dar cualquier paso
(desde uno pequeño, como elegir el color del vestido para la fiesta de fin de
año, hasta uno mayor, como pensar en cambiar de empleo, mudarse de ciudad o irse
a vivir solo, por ejemplo), hay un abanico de respuestas posibles…
El desafío,
entonces, es poder pensar ASUMIENDO EL RIESGO, como parte de la vida, la
posibilidad de errar como aprendizaje y recompensa por haber HECHO, por haber
actuado, por haberme puesto en movimiento. Conlleva riesgos tanto quedarse
parado en la vereda, como animarse a dar un salto y cruzar la calle.
No hay vida sin
riesgos, como dije al principio… En palabras de Carl Rogers “me doy cuenta que
si fuera estable, prudente y estático, viviría en la muerte. Por consiguiente,
acepto la confusión, la incertidumbre, el miedo y los altibajos emocionales,
porque ese es el precio que estoy dispuesto a pagar por una vida fluida,
perpleja y excitante”…
Feliz vida,
feliz final y comienzo de año.
Hasta cualquier
momento!
Lic. Daniela Torres Ortiz
“El amor es una cosa ideal. El matrimonio es una cosa real. La
confusión entre lo ideal y lo real nunca queda impune”…Goethe.
Desde el inicio de los tiempos
los mitos sirvieron al ser humano para explicarse aquello que no acababa de
comprender.
Es así que surgen los mitos
griegos, los romanos -entre otros- para poder lograr alguna comprensión sobre
lo que estaba aconteciendo, lo que ya había ocurrido o lo que temían que
ocurriera.
Llevado al plano de la pareja,
pensamos en los mitos como creencias, expectativas, ideas que ordenan nuestra
percepción y nos ayudan a construir explicaciones de lo que sucede en el
vínculo con el otro.
Y ciertamente, estos mitos
resultan muy perjudiciales para la relación.
Entre los más comunes que presentan
los consultantes, podemos citar: “Las
buenas parejas se cuentan todo”, “Casarse implica la realización de cualquier
mujer/hombre”, “Aquel que te conoce de verdad sabe lo que estás pensando aunque
no lo digas”, “Los celos estimulan y dan vida a la pareja”.
Estas creencias -a veces tan
rígidas que un miembro de la pareja puede dar por supuesto que el otro miembro
NECESARIAMENTE las comparte-, se convierten en moldes para comprender la
realidad, en varas para medir qué tan bien me hace el otro, cuánto me quiere, o
qué tan infeliz soy.
Pensemos, por ejemplo, en el
primer mito: “Las buenas parejas se cuentan todo”. Si yo adhiero a esta creencia, probablemente esperaré que mi
pareja me cuente todo, desde lo que comió anoche hasta la conversación que tuvo
con sus compañeros de futbol (a veces, incluso lo que el otro habló en su
sesión de terapia, en un relato completo y con todos los pormenores).
¿Qué ocurre en caso de que esto
no se cumpla?...
Lo primero puede ser el
sufrimiento. En el fondo sucede que me construí una regla que -desde mi mirada-
el otro se atrevió a violar, decidió pasar por encima u omitir. Probablemente
me enoje o me entristezca, entendiendo consecutivamente que “si no me
cuenta todo es porque a) no confía en mí, b) tiene secretos que no
quiere revelar, c) no soy lo suficientemente importante en su vida como para
saber algo tan simple como lo que le pregunto, d) no me quiere, e) no le
importo, no le importa lo que me pase como consecuencia de esto… y así
podríamos seguir con más y más ideas.
El punto es ¿SIEMPRE el otro
tiene que contar TODO?...y en definitiva, es
real que ¿las buenas parejas se cuentan todo?...
Los mitos, devenidos así en cuasi
dogmas, convierten un hecho que podría debatirse largamente, y que cada pareja
encontraría un acuerdo en diferentes puntos, en una prueba irrefutable de que
algo anda mal, o quizá en un motivo de conflicto y pesar.
Y lo cierto es que ya no nos
sirven los mitos.
Ya no nos resultan útiles para
comprender lo que nos pasa o para encontrar explicaciones, dado que en sí
mismos constituyen una creencia propia, y como tal, no puede ser UNIVERSALMENTE
VÁLIDA.
Esperar ello, entonces, nos
hace incurrir en una expectativa irracional… donde el otro tiene que
acomodarse, amoldarse, ceder y compartir, o sino… pagar las consecuencias del
desastre.
Ir al encuentro del otro,
también supone abrir diálogo y estar dispuesto a escuchar lo que el otro tiene
para decir, darse el espacio, corriéndonos de la exigencia de que nuestra
pareja cumpla siempre nuestras expectativas o comparta nuestro sistema de
creencias.
El trabajo terapéutico con
parejas incluye también esto: explorar mitos, encontrar creencias profundamente
arraigadas que -convertidas en expectativas irracionales- vuelven más
vulnerable y frágil el equilibrio de la relación, así como la existencia y el
transcurrir del vínculo en sí mismo.
Hasta el próximo encuentro,
buena vida!
Lic. Daniela Torres Ortiz
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