Muchas son las consultas acerca
de dificultades en la relación con los otros, y aún más comunes son las
consultas por dificultades para relacionarse bien con la propia pareja.
Algo que si lo pensamos rápidamente,
debiera ser más sencillo, dado que “se supone” que quien está a nuestro lado,
lo está por una ELECCIÓN. Mía y del otro…elección mutua.
Ni los padres, ni los hijos, ni
los abuelos son elegidos. La pareja, como los amigos, sí.
¿Y acaso por qué sufrimos tanto
cuando no podemos encontrarnos con el otro?...con ese, con quien debiéramos hablar
el mismo idioma, a ese al que hemos dejado
traspasar la especial puerta de la intimidad...
A veces, justamente por eso nos duele tanto el desencuentro. Porque como dicen, “la peor traición es la que viene desde adentro”, y muchas veces, los desencuentros saben a traición. No me refiero a un tercero o tercera en discordia. Hablo de cuestiones mucho más simples como por ejemplo la traición de “no saberte” o “que no me sepas”…
Así, surgen demandas del tipo “¡no puede ser! Con los años que hace que
estamos juntos, y que todavía no sepas lo que quiero”.
Las acusaciones van y vienen. El
otro queda a expensas de saber qué respuesta dar.
El otro, ese “elegido”, queda en
el banquillo de los acusados, mientras la queja se extiende y crece y cambia de
color. El otro debiera ser -según esa irracional expectativa- una especie de
mago que todo lo sabe. ¿Y si no es así?
Entonces aparece la sensación de
traición…y la pregunta sobre el equívoco “¿siempre
fuiste así?”… “¿Me habré equivocado al dejarte entrar en mi vida?”.
El enamoramiento es la etapa más
feliz de la relación (y no en todas las historias, dura el mismo tiempo), ¿pero
qué sucede cuando esta etapa se debe trascender?
Muchas parejas no están lo
suficientemente preparadas para tolerarlo. Disfrutar las coincidencias es
hermoso, pero aceptar las diferencias puede resultar muy doloroso.
Y al querer, nos exponemos tanto a
lo bello como a lo triste. Amar supone aceptar una posibilidad de potencial
frustración en alguno de mis deseos.
¿Estamos preparados para encarar
esta realidad?
Hoy se sabe que uno de los mayores focos de estrés, son las dificultades dentro de la relación conyugal.
La terapia de pareja se presenta
entonces como una posibilidad de abrir puertas, de acentuar el diálogo, de
facilitar la escucha (la de la palabra del otro, la de la palabra propia) y la
toma de decisiones, en un espacio de libertad y seriedad. Es un momento para
asumir en primer lugar un compromiso conmigo mismo, y con la relación que un día
decidí iniciar. Y también con el otro que está ahí, del otro lado, a mi lado (y
de MI lado, aunque a veces podamos sentirlo como “el enemigo”).
Y puede resultar más sencillo de
lo que parece, aunque parezca complejo. Me atrevo a decir quizá, que la parte más
difícil sea dar el primer paso.
Desenredar la trama de la relación, para comenzar a comprenderse, es el paso necesario y fundamental para lograr disfrutar plenamente la vida de a dos, con ese otro al que llamamos pareja.
Ir a terapia supone un camino de trabajo
y esfuerzo…pero bien lo vale, si lo que queremos es llegar juntos a la meta.
Lic. Daniela Torres Ortiz
Mat. Sta. Fe. 6149
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