¿A cuántos de nosotros nos habrán
dicho, en distintos momentos de la vida, bajo diversas circunstancias, esa
famosa frase: “tiempo al tiempo”?
Si bien resultará de apoyo para
algunos, real es que para gran parte de la población hablar -o pensar- en
términos de “dar /darse tiempo”, genera paradójicamente, más sensación de
ansiedad.
Pero, ¿Qué sería entonces, dar
tiempo? Cierto es que uno no puede “dar lo que no tiene”, y la realidad es que
nadie, nunca, tuvo ni tendrá tiempo, por la sencilla razón de que el tiempo no
es algo que se pueda poseer, que pueda llevar en un bolsillo y ni siquiera
contar con él. Más allá de lo dramático que suene, no sé cuándo será la fecha
de mi propia muerte, por ende no puedo saber REAL Y ACABADAMENTE, “CUÁNTO
TIEMPO TENGO”…
Como todo en la vida del hombre, está
limitado. Puedo hacer un plan, trazar un mapa de rutas o disponer de un
cronograma…pero no sabré nunca si exactamente eso que imaginé, será aquello que
yo pueda concretar.
Entonces, ¿Por qué surge esa
incomodidad cuando pienso que “falta mucho…”, o que “tengo que darme tiempo
para…”, o que “tengo que dejar que el tiempo pase y….”? Como en todas estas
cuestiones, nunca hay una sola causa.
Sin embargo, probablemente una de
las más comunes que podamos pensar, sea esta palabrita que mencione más arriba:
la ansiedad.
La ansiedad crece cuando siento
que no puedo “manejar” algo, cuando percibo que alguna cuestión determinada se
“escapa de mi control” (como si realmente fuera posible “controlarlo todo”). La
ansiedad se asoma y se nutre de darme cuenta que “estoy esperando algo, que
probablemente no pueda a mi voluntad hacer que YA suceda, o esté ocurriendo y
que entonces debo “esperar” a que intervengan otras variables que lo hagan
posible”… llámese tiempo, llámese conducta de un tercero o lo que fuera.
Siempre hay algo de lo que yo no puedo hacer, de lo que no depende
exclusivamente de mi o de mi voluntad, que se pone en juego.
Entonces me pongo ansioso cuando
me dicen: “tiempo al tiempo, ya vas a olvidar a esa chica”…o “dale tiempo, ya
se le va a pasar el enojo”... o “date tiempo, ya vas a poder entender”.
Pareciera que el tiempo se viste
de ese amigo que no llega, que no está “a tiempo” con mis ganas, que no
acompaña mis deseos o voluntades. Y el problema no es el tiempo (o lo que yo
deje “en sus manos”, sea curar una herida de amor, o sea aprender a tocar un
instrumento musical…), el problema es, como casi siempre, lo que a mí me pasa
con esto, con esta sensación de “pérdida de control”, de que hay cosas que
tienen su propio ritmo o que no dependen exclusivamente de que yo las espere,
busque o desee.
Ojo que con esto no quiero lucir
acomodaticia, diciendo que “hay que saber esperar que suceda lo que yo quiero”
sentándome en la vereda de mi casa a ver cómo pasan las horas. Sin dudas que
hay mucho o poco que probablemente pueda hacer por aquello que anhelo, que
probablemente pueda acercarme a ese resultado. Lo que no puedo obviar, es que
muchas veces, y más allá de lo que yo haga activamente, hay cosas que sucederán
en el momento en que simplemente estén “listas” para suceder.
Más allá de que practique
muchísimo, no puedo controlar que mañana y no pasado, sea el día en que me
salga perfecto el giro en el aire con los patines. Más allá de que hable mucho
con vos, no puedo controlar que tu enojo ceda y podamos otras vez hacer las
paces (justamente a veces sucede lo contrario, no le damos tiempo al otro a
procesar, a autorregular su torbellino emocional, y dejar que brinde una
respuesta más madura o aunque sea, más “propia” y no tan influenciada por mis
intervenciones). A veces por ansiedad, buscando que “ya esté listo” lo que
quiero, intento que un proceso que debe darse naturalmente, con su propio
ritmo, con sus vicisitudes… se detenga, se cristalice, o tal vez tome un rumbo que
no era el más adecuado.
En síntesis: el tiempo no se
posee, sin embargo es una coordenada que nos atraviesa. Nos movemos en él, pero
no somos sus dueños.
Aprender que hay cosas que
requieren maduración, y en ese madurar interviene como eje central el factor
tiempo, es muy saludable.
Claro que no sirve sólo dejarlo
en sus manos.
Por ejemplo, yo no voy a “perdonar”
sólo porque paso el tiempo, si mi voluntad profunda no es hacerlo. De hecho las
personas que guardan rencores, muchas veces se encuentran con que más pasa el
tiempo, y pareciera que esa herida del pasado está más viva que nunca, que
duele más que antes o que en su memoria incluso se mezcla con otros hechos que
la vuelve más presente.
El tiempo por sí solo no basta,
pero es un aliado indispensable para poder caminar sintiendo paz, sabiendo que
si bien puedo ayudar a que suceda lo que deseo, también es cierto que hay
sucesos que reclaman esperas, que necesitan reposo de nuestra parte y paciencia
para poder aguardar en calma.
Pretender desoír esto, es
sumergirme en ansiedades y expectativas muy probablemente frustrantes, que me
envuelvan en un círculo vicioso de temor, irritabilidad y angustia.
Buena vida, “buenos tiempos” para
todos!
Lic. Daniela Torres Ortiz
0 opiniones:
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)