“Nos juntamos en casa
de mi mamá, porque vienen todos…pero no tengo ganas de ir y no sé cómo
plantearlo”…
Relatos, preguntas, dudas, cuestionamientos de la época.
Diciembre parece un mes demasiado cargado, no sólo de festejos y “cierres de”… ¡Sino
también de conflictos!
El tema de las fiestas, queda instalado en más de una sesión.
Y creo que esto tiene mucho que ver con aquellos conflictos justamente, que han
quedado pendientes de resolución el resto del año. Conflictos con uno mismo,
que impactan inevitablemente en las relaciones que se sostienen con los demás…
¿Qué estoy haciendo por mí?, ¿Qué considero que hago por el
otro?
¿Hasta dónde permito que la culpa, esa sensación incómoda que
a veces nos inunda, domine e incline la balanza en favor de acciones que nada
tengan que ver con mi deseo más genuino?
Tal vez allí este una de las claves: respeto por mi propio
deseo. Autorespeto.
Es claro que no siempre podemos hacer sólo lo que deseamos.
Pero también es cierto que en más de una ocasión donde sí podríamos hacerlo, respondemos
más bien desde el miedo o el apego a responder de la misma forma, creyendo que
eso es lo que se espera de nosotros (y sin siquiera, permitirnos cuestionarnos
qué nos mueve a operar de esa forma).
“Porque el otro quiere”,
“porque en casa me matan”, “porque se van a ofender”, y así sigue la lista de
justificaciones.
Sería bueno pensar qué tipo de amor se “intercambia” en
nuestras relaciones, porque tal vez, puede que no esté en juego en esa elección
que estamos tomando. Me refiero a que no NECESARIAMENTE el otro nos va a querer
menos, o nos va a dejar de querer porque tomemos una decisión diferente a lo
que entendemos es su deseo. Tal vez eso esté simplemente instalado en mi cabeza
como un temor, una fantasía, que nada
tenga que ver con la realidad de las consecuencias que tendría el hecho de que
mi conducta obedezca en favor de lo
que quiero para mí.
Y me atrevería a ir más allá y plantearles: Si esto fuera así,
si realmente el otro me deja de querer porque no hago lo que quiere, o desea
que haga… ¿Qué tipo de amor me está ofreciendo?, ¿Qué tipo de vínculo estamos
sosteniendo?, ¿Qué precio estamos pagando por ese “amor”?... ¿Vale la pena,
pagar con mi “sacrificio” por mantener la aceptación del otro?...
Todas estas preguntas no están vinculadas solo a una fecha en
particular, el problema no es el 25 de diciembre o la cena del 31. Tal vez uno
de los problemas sea mi percepción sobre mis relaciones, y la forma de
sostenerlas que vengo instaurando.
A esto me refiero con viejos conflictos. A esto me refiero
con postergar enfrentarlos durante todo el año, y encontrarlos todos juntos,
ahí al acecho, sentados en la mesa de fin de año.
Brindo por la pregunta sobre el propio deseo, y el coraje para
descubrir nuestras respuestas.
Brindo por más elecciones personales, auténticas y fieles a
uno mismo!
Brindo por un año donde seamos más conscientes de lo que
realmente estamos haciendo por nosotros, y donde podamos encontrar un lugar en
nuestra lista de prioridades!
Un abrazo sincero!
Daniela
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